Vuelta al cole y perspectiva de género

La vuelta al cole está en boca de todos, pero en el cajón de los olvidados. Los profesionales que se iban a contratar para poder bajar las ratios se han esfumado y las inversiones en educación siguen sin aparecer. La educación de nuestra infancia es considerada un guarda-niños para que los padres puedan trabajar. La dimensión social y psicológica del desarrollo de las criaturas y sus derechos fundamentales no forman parte de la agenda política. No son prioritarios. Tampoco las mujeres, mayoritariamente cuidadoras principales de esas criaturas, con salarios más bajos y mayor precariedad. Vamos a hablar entonces: de la vuelta al cole y la perspectiva de género.

¿Qué es la pespectiva de género?

Es una mirada a través del cristal de la vida de las mujeres. Supone ponernos del lado del prisma adecuado para poder ver la vida a través de la piel de las mujeres. El género, como tal, es un conjunto de atributos asignados a un determinado sexo: unos roles, unas expresiones de género, atribuidas al sexo biológico mujer.

Se trata de un conjunto de características impuestas por la sociedad que determinan (o así lo pretenden) el futuro de una persona en función del sexo y el género asignados al nacer.

No voy a entrar en detalle sobre las diferencias entre sexo y género porque no es el objeto de este post, pero te avanzo que sobre este tema hay debate intenso y sin acabar. Lo que significa que estamos en proceso de cambio y eso no sucede de un día para otro.

Para facilitar la lectura, hablaremos de mujeres y madres sin más, aunque es evidente que las posibilidades son mucho más amplias.

Ser mujer en España supone vivir en un sistema social y económico que te posiciona en un estatus claramente diferenciado de lo que supone ser hombre.

La sociedad, tal y como está organizada, contribuye a la discriminación y fomenta la continuación y perpetuación de esa discriminación.

Observar con perspectiva de género es tener en cuenta cómo las características del sistema social en el que vivimos, afectan a la vida de las mujeres y de los hombres.

Actuar con perspectiva de género es tratar de poner los medios para conseguir modificar el sistema con la intención de que los cambios sean permanentes y desaparezcan esas discriminaciones.

Partimos de la desigualdad

La precariedad laboral, la pobreza infantil, la brecha digital y la violencia de género son aspectos que, junto a la falta de conciliación y política de cuidados, se han levantado con la mano en alto pidiendo turno de palabra en esta crisis sanitaria.

Nadie les ha dado la palabra. En el centro de la crisis han estado los intereses económicos principalmente, y en mucha menor medida, las personas.

Antes de la pandemia ya estábamos en una situación crítica. Esto no es nada nuevo. Tan solo ha servido para echar más leña al fuego y seguir avivando las ascuas de la precariedad y la pobreza.

Las mujeres y los cuidados

Las mujeres cuidamos, no porque se nos dé mejor o lo llevemos en los genes, como todavia piensan determinados grupos sociales, sino porque la estructura de la sociedad y nuestra cultura nos empuja a ello.

Los cuidados son exclusivos de las mujeres hasta que se profesionalizan y entonces la cosa cambia. Cocinar, cocinamos todos en todas las casas. Las abuelas, las madres, han llevado el peso de las viandas familiares sin recibir premios ni salario. Los cocineros profesionales, premiados y bien pagados, son la mayoría hombres, salvo excepciones contadas.

Las tareas del hogar siguen estando mal repartidas entre hombres y mujeres dentro del hogar. Nuestras costumbres y nuestra cultura nos inculcan a todas y a todos que las mujeres lo hacemos mejor. Lo que sucede en realidad es que desde bien pequeños a las niñas se nos imponen unas ideas y criterios que predeterminan que nos lo creamos. Exactamente igual que los niños reciben mensajes del tipo «eso son cosas de niñas» de forma despectiva.

La vuelta al cole

La vuelta al cole está en boca de todos, como decía al principio de este post: se habla de seguridad, se habla de derecho a la educación y de la necesidad de socializar de la infancia.

Añado aqui otro elemento para el análisis: la perspectiva de género. Nos tenemos que preguntar qué supone para las mujeres y madres la vuelta al cole en las condiciones de las que estamos hablando por todos los medios: prensa, redes sociales, etc.

«La pobreza tiene rostro de mujer» es una frase que se empezó a acuñar en los Estados Unidos de los 70 y que se ha hecho de uso común en textos relativos a las mujeres y la perspectiva de género.

La cara de la economía sumergida es de mujer. La cara de la precariedad laboral y los salarios notablemente inferiores a los compañeros hombres tiene rostro de mujer.

Las mujeres cuidamos mayoritariamente a las criaturas y a las personas dependientes. Realizamos una labor social que no tiene reconocimiento ni recompensa. No forma parte del PIB. No tenemos derecho a vacaciones ni a bajas remuneradas. Si estamos trabajando y nos ponemos enfermas, tenemos derecho a una baja por IT (incapacidad transitoria), podemos quedarnos en casa y no ir a trabajar. Pero si por el contrario «solo» estamos en casa cuidando de la casa y educando a nuestros hijos, si nos ponemos enfermas, nadie nos va a dar permiso para irnos a otro sitio y descansar.

Así que el gran problema de la vuelta al cole es: ¿qué hacemos con los niños si los confinan en casa y tenemos que trabajar?

Conciliación y tamagochis

Los niños no son tamagochis que se puedan pasar de bolsillo en bolsillo sin importar quién los cuide. El desprecio hacia la infancia repercute en malestar y sufrimiento para quienes son sus cuidadores. Pone entre la espada y la pared a las familias que no tienen recursos económicos ni sociales suficientes para poder cuidar con dignidad a sus hijos. A las mujeres, que estadísticamente son las que se dedican a las tareas de cuidados, además de trabajar fuera del hogar.

El teletrabajo tampoco es la panacea. Soluciona en parte los problemas, pero no es una solución global que se pueda aplicar a todo el mundo. Existen puestos de trabajo que requieren de presencialidad de forma inamovible: la atención a las personas.

Es necesario un planteamiento global de los cuidados que tenga en cuenta la perspectiva de género.

El colectivo feminista Petra viene reclamando un permiso retribuido que permita cuidar de los pequeños en caso de que se queden confinados o en cuarentena en casa por causa atribuible a la vuelta al cole.

Personalmente me adhiero a esa petición y la apoyo. Es una necesidad clara y contundente que no debe recaer en las espaldas de las familias. Si la crianza y educación de nuestra infancia, y las madres como colectivo especialmente vulnerable, son una prioridad real en la agenda política, crearán ese permiso.

Tan solo espero y deseo que sea un permiso que venga para quedarse. Actualmente no existe ningún permiso que permita quedarse al cuidado de un menor por enfermedad común.

Los permisos existentes en caso de hospitalización u accidente grave son ridículos.

Esto comporta que seamos las madres (las que cuidamos principalmente) las que más piden reducciones de jornada, excedencias o directamente se ven obligadas a salir del mercado laboral y muchas a mantenerse gracias a la economía sumergida.

Políticas públicas y protección de la maternidad

La maternidad y la paternidad son las dos caras de la misma moneda. En una la cara y en otra la cruz. La cruz que llevamos encima las mujeres con los roles de género que se nos asignan al nacer en base a nuestro sexo biológico.

La predeterminación de nuestra identidad desde el nacimiento es en realidad, una muestra más de los estereotipos y prejuicios estrictos y rígidos que nos autoimponemos como colectivo.

Esta pandemia ha comportado vulneraciones de derechos aberrantes y brutales. Desde los sanitarios obligados a trabajar sin descanso poniendo en riesgo su propia vida, hasta las embarazadas obligadas a parir solas enmedio de un hospital de campaña.

Todo por la falta de políticas públicas que pongan en el centro a las personas. Los recortes en sanidad, educación y servicios sociales son el efecto y no la consecuencia de esa falta de mirada. Las consecuencias las pagamos los usuarios y los profesionales de los servicios de salud y servicios sociales, los profesionales de la educación, el alumnado y las familias, en especial las que están en situación de riesgo de exclusión de social.

Referencias

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Publicado por Silvia Ramirez Ronda

Licenciada en Derecho Estudiante de psicologia👣 Asesora de lactancia🤱 Posgrado de Experto Universitario en Lactancia Materna Aprendiz de autismo gracias a mi hijo💙 GAM y espacios de crianza☕ Cursos y talleres

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